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Más de 100 años de historia

Un paseo por la historia con Jordi Bolíbar (Metales La Estrella – 15 de junio de 2009)

Escaparte antiguo, ferretería Bolibar

En una entrevista con Metales La Estrella, Jordi Bolíbar, anterior gerente e hijo del fundador, repasó las distintas etapas vividas liderando el negocio familiar, rememorando algunas de las anécdotas que marcaron su trayectoria empresarial.

Entrevista en Metales la Estrella

JORDI BOLÍBAR  Ferretería Bolibar 

Tenía 22 años cuando Jordi Bolíbar se incorporó a la ferretería que fundó su padre en 1912. Toda una vida dedicada a un negocio que le apasiona y que ahora dirige la menor de sus cinco hijos, Bruna. 

“Antes todo requería su tiempo y la gente lo asumía. Ahora, todo se quiere de inmediato”

Ferretería Bolibar es, sin duda, uno de los establecimientos del sector con mayor historia. Aunque su origen se remonta a 1910, año en el que Santiago Bolíbar crea una sociedad a medias con otro capitalista, es en 1912 cuando realmente Ferretería Bolibar comienza su andadura, en solitario y en su actual ubicación, en plena Rambla de Catalunya (Barcelona). Un edificio señorial, de aspecto decimonónico, alberga en su interior esta preciosa tienda, que respira historia por todos sus poros. Prueba de ello es el mostrador, que ocupa un lugar destacado dentro del establecimiento y que data de los inicios del negocio. De hecho, durante una de las últimas remodelaciones del centro, se aprovechó también para restaurarlo. “Nos costó tanto como toda la obra que realizamos en la tienda”, recuerda Jordi Bolíbar.

De carácter afable y algo reservado, repasamos junto a su hija Bruna, actual gerente, los primeros años de la empresa, cuando Santiago Bolíbar, con apenas algo más de veinte años, decidió abrir la ferretería. Poco después creó también un taller de fabricación de bronces, herrajes y metalistería, donde se realizaban el mecanizado y la restauración de las piezas. Este taller estuvo funcionando hasta la II República y durante sus veinte años de existencia atravesó algunas épocas complicadas. “El bronce para los herrajes y las lámparas que fabricábamos provenía de Francia, por lo que durante la I Guerra Mundial no pudimos disponer de este material”, señala Bolíbar.

Poco después del cierre del taller, Ferretería Bolibar se enfrenta a otra etapa difícil, la de la Guerra Civil. “La tienda entonces quedó intervenida por el Comité de Guerra, por lo que la entonces Generalidad pasaba a ser propietaria del negocio y pagaba todos los sueldos de los trabajadores. Cuando finalizó la guerra apenas había existencias y mi padre tuvo que empezar de nuevo”. Por si esto fuera poco, la II Guerra Mundial impedía el suministro de material desde el extranjero. “La posguerra fue la época más difícil, porque no existía género. Por ejemplo, pedías a Elma muelles de cierrapuertas y te mandaban molinillos de café. Por tanto, comprábamos lo que se podía y a veces de manera poco ortodoxa”.

Es en esta coyuntura cuando Jordi Bolíbar, el segundo de seis hermanos, se incorpora a la ferretería en 1942. Cuatro años después, tras el fallecimiento de su padre, se hace cargo por completo del negocio, comienza a suprimir aquellas familias de producto que no se venden bien (como los juguetes, el menaje o la tornillería) e impulsa aún más la especialización hacia el herraje y la madera. “Ya entonces contábamos con cuatro agentes comerciales por toda España”. 

En los años 50 y 60 empiezan los primeros intentos de importaciones de artículos. “Poder disponer de licencias de importación suponía todo un drama”, recuerda Jordi. “Tardaban mucho en concederte una. Las primeras importaciones eran casi simbólicas. Como no se podía trabajar con el latón, puesto que había que traerlo de fuera, los herrajes eran de mala calidad, porque se fabricaban con chatarra”. Ya en los años 80 la actividad importadora comienza a imponerse, algo que Ferretería Bolibar continúa haciendo en la actualidad. 

“La posguerra fue la época más difícil, porque no existía género. Comprábamos lo que se podía y a veces de manera poco ortodoxa”.

De aquellos tiempos, Jordi rememora una curiosa anécdota ocurrida con dos clientes de Dubai que un día aparecieron por la tienda. “Me di cuenta de que le estaban explicando algo a uno de los dependientes y que este no daba crédito a lo que oía. Así que vino a consultarme y entonces me contaron cuál era su problema. Querían adornar una puerta de entrada de tres metros con picaporte, bisagras, clavos… Después de un buen rato, ya teníamos claro el pedido, cuando de pronto uno de ellos pregunta: ‘Y por dentro, ¿qué ponemos?. Pues lo mismo, así que doble el pedido’. En total, se gastaron unos 20.000 dólares de la época. Por supuesto, no hemos vuelto a tener nunca un cliente igual”. 

Ferretería Bolibar dispone de una superficie total de 500 m², de los que 200 m² corresponden a sala de ventas. Esta combina tradición -representada por el mostrador y los cajones que almacenan los herrajes- y modernidad -a través de los diferentes expositores. Con quince trabajadores (todos ellos muy fieles), en la actualidad, su clientela se reparte entre un 60% de particulares y un 40% de profesionales. “Cuando comenzamos, los particulares suponían el 90%”.

El despacho en el que nos encontramos con Jordi y Bruna Bolíbar (reunión a la que también asiste Cristóbal del Pino, de Metales La Estrella) contiene verdaderas reliquias de otras épocas, como un armario con delicadas aplicaciones de marquetería, el diploma acreditativo de la participación de Ferretería Bolibar en la Exposición Universal de Barcelona 1929 y un par de catálogos que incluyen auténticas piezas dignas de museo. Todo ello sugiere un ambiente de calma, que desmiente el ordenador que preside la estancia y el continuo ajetreo que se vive en la tienda.

Jordi Bolíbar analiza cómo ha cambiado el consumidor en este tiempo. “Al principio, los herrajes eran bronces. También se llevaban mucho las aplicaciones de los muebles, las marqueterías… Ahora son los anticuarios los que compran estas cosas. Sin embargo, el principal cambio que se ha producido tiene que ver con la velocidad. Antes todo requería su tiempo y todo el mundo lo asumía. En cambio, ahora la gente quiere las cosas de forma inmediata”. 

En relación con las modas, Jordi recuerda el momento en el que empezó el gusto por el estilo inglés. “Aquí teníamos las manillas valencianas, que eran muy barrocas. Entonces empezaron a pedirnos herrajes de líneas más sencillas y no las teníamos. Luego comenzó a imponerse el herraje italiano, algo que supuso un auténtico ‘boom’. Ahora se llevan las manivelas de roseta sin placa, en acabado inoxidable mate. También empieza a gustar el cromo brillo y hay quien dice que volverá el latón”. 

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